La educación necesita revolucionar y los partícipes soñar
October 25, 2015
Ésto lo publiqué en un antiguo blog cuando tenía 15 años. El post original aún existe aquí.
En el mundo moderno caería muy bien que algunos se hicieran preguntas como: ¿Qué hace la sociedad para ayudar a sus jóvenes a prepararse para la “vida”? o tal vez, ¿Qué hace el sistema educativo que ayuda a los jóvenes a prepararse para tomar decisiones de vida? quizá otra sería ¿Qué piensa un joven sobre su futuro y a qué se debe ése pensamiento?
La decadencia de personas capaces intelectual y emocionalmente para la ‘vida’ no es un secreto. Más aún, es una seca realidad. Una realidad que agobia no sólo a latinoamérica, sino al mundo entero.
Desde hace ya algunos días quería escribir sobre ésto y por fin me dispuse. Los siguientes párrafos desenmascaran desde mi punto de vista y a largo plazo el sistema educativo actual.
La educación, considerada uno de los pilares más importantes de un individuo, es sin duda un tema muy debatido en los últimos tiempos, y aunque se plantean ideas y formas de aprender muy efectivas, la mayoría nunca prepara al que aprende a enfrentarse con situaciones serias y realmente importantes. Me refiero a que, un profesor cualquiera, evalúa con mejor nota a un alumno que responda a su pregunta con un seco, nulo y falto de creatividad concepto que a un alumno que responda a su pregunta con un creativo, divertido y muy inteligente argumento.
Los maestros y el sistema educativo que nos apresa hoy día da más valor a una respuesta preformulada y simple que a una respuesta llena de creatividad y cuestionamiento. Quiero decir, no es posible que un profesor valore más a un alumno víctima de sobreinformación inútil que a un alumno que cuestione lo que el maestro enseña.
Si un maestro enseña e informa a sus alumnos acerca del tamaño del universo, el alumno debe sentirse en todo el derecho humano de cuestionar dicho aprendizaje. De preguntarse: ¿És ésto cierto? o ¿Sobre qué fundamentos se basó el autor de dicha medición? Es necesario que enseñen al alumno a discrepar, porque sencillamente con la cuestión llegan las suposiciones, y con un buen manejo de suposiciones se puede llegar a ver donde nadie más ha visto, se puede descubrir.
Los profesores, maestros, educadores y todo el sistema educativo está creando, inconscientemente repetidores de información.
Un repetidor de información no es más que un individuo que limita sus capacidades creativas e intelectuales a responder con conceptos y conocimientos pre-fabricados gracias a lo que se le enseña. Ésto quiere decir que no desarrolla su conocimiento, la habilidad de decidir sobre respuestas, la capacidad de crear nuevas teorías, explicaciones y soluciones a algún problema. Los repetidores de información ahora mismo, en cualquier escuela latinoamericana y mundial, son comunes, muchos inclusive llegan a resaltar entre los demás, son los mejores de su clase.
Soy estudiante, tengo 15 años, y créanme cuando les digo que casi ningún estudiante actual disfruta o siente placer al aprender, como alguna vez soñó el gran Platón. Al contrario, los estudiantes se convierten en máquinas de aprender, y los maestros, en máquinas de enseñar. Debemos comprender de una vez por todas que la educación es el pilar de la humanidad del mañana, los que a día de hoy somos jóvenes, pronto seremos los políticos, empresarios y soñadores del mañana.
La educación no necesita remiendos, sino una revolución.
– Augusto Cury
Ésa revolución necesita llegar desde la fuente del conocimiento directo, desde la fuente que instiga a investigación, desde los maestros. Los gobiernos deben comprender que invirtiendo más dinero en la educación y en el pago de los sueldos de sus maestros, no necesitarán gastar en un futuro en armas, en sistemas de rehabilitación o en sistemas para la prevención del uso de drogas.
Los maestros y profesores deberían pertenecer al sector de la clase trabajadora más y mejor pagada. Pongámoslo así: ¿Quién tiene más relevancia: el que enferma o el que previene la enfermedad?
Los educadores, quienes en muchos casos son víctimas del sistema de aprendizaje actual, viven su vida con estrés, con fatiga. El sistema aniquila los anhelos y deseos de enseñar y a su vez, de aprender.
La intención de la generación que hoy es adulta fue buena: Entretenernos en nuestros hogares sin exponernos a los peligros de la calle, sin exponernos a desafíos. Nos han dado televisión, revistas y videojuegos. Y a su vez nos han quitado el deseo de fortalecer los cimientos del más recóndito rincón de la mente humana, nos han quitado el deseo de alimentar la pasión por el aprendizaje. ¿El fruto? Atroz.
El sistema actual aplasta y humilla a quienes se equivocan, reciben malas calificaciones incluso sabiendo que el alumno se esforzó por construir una explicación propia. Si en cambio, el sistema apoyara emocionalmente a los que se equivocan, nuestra realidad sería distinta. Gracias a ser aplastados y humillados muchos estudiantes deciden bloquear ése balcón de inteligencia, ése espacio propio de creación y creatividad en el cual pueden ser grandes. Un gran profesor por equivocarse al calificar puede ser aplastado y humillado por sus colegas, recibiendo críticas que tal vez terminen por bloquear su pasión por enseñar. Muchas personas bloquean sus sueños porque al intentar realizarlo, muchos los aplastan y humillan sin argumento válido alguno. Es necesario resurgir con ésos sueños, es necesario construir de nuevo tus sueños, planteártelos y hacerlos la meta más importante de tu vida.
Necesitamos equivocarnos.
Tenemos la necesidad de equivocarnos para perfeccionar nuestras mentes, nuestras habilidades. Einstein, por ejemplo, recogió alguna vez pedazos de papel que contenían mucho de lo que terminó siendo la Teoría de la Relatividad General. Una de las teorías más precisas y aceptadas en la ciencia moderna. Fleming, el inventor de la penicilina, nunca hubiese descubierto dicho medicamento a no ser que se equivocara dejando sin protección a una placa de cultivo en un laboratorio para que después un hongo la infectara. Un descuido lo llevó al descubrimiento de la penicilina, que ha salvado a millones de personas de la muerte y de dolores intensos. Muchos temen a los errores. Pero todo depende de cómo se les afronta.
Necesitamos soñadores.
Necesitamos que la generación actual, que aprende, tenga muchísimos sueños. Es necesario que soñemos con ser padres para comprender que aunque nuestros padres no nos hayan dado todo lo que quisimos, nos dieron todo lo que pudieron. Necesitaremos sueños para comprender un “No” de los que te aman, pues éstas negaciones te prepararán para las negaciones de la vida, mucho más difíciles y duras.
Los jóvenes necesitamos soñar con una sociedad sociable, con una sociedad que no se aniquile a insultos ni debata sin argumentos. Necesitamos soñar con una sociedad que tenga millones de soñadores, millones de personas dispuestas a gastar la mitad de sus vidas para conseguir eso que anhelaron desde pequeños.
Los jóvenes necesitamos comprender que a pesar de que la educación no nos está preparando para los desafíos de la vida, algún día los afrontaremos, y debemos estar preparados. Debemos pensar antes de reaccionar.
Necesitamos que la generación de educadores actuales sueñe. Que sueñe con educar. Que sueñe con hacer cada minuto presente en el aula de clases mucho más placentero que el anterior. Necesitamos que los maestros disfruten enseñar, para que los alumnos aprendan a disfrutar del aprendizaje. Necesitamos maestros que hagan partícipes a sus alumnos del teatro de la educación, que detengan ya y para siempre el modelo de un espectador pasivo que nunca aprende.
Necesitamos que un profesor sueñe con ser escultor de personalidades, que sueñe con ser un artesano de la vida.
Puedo casi asegurar que un maestro entablando una conversación interactiva entre él y sus alumnos logrará encariñarlos y hacerlos partícipes de la educación sin que ellos se den cuenta. En cambio, un maestro que escribe en un pizarrón y hace que sus alumnos copien lo que allí se encuentra muy pocas veces lograra completar en algún alumno el aprendizaje.
Si no soñamos y no lo intentamos, será un cien por cien el porcentaje de nuestro fracaso.