Son veinte
December 27, 2016
Hoy cumplo veinte años. No soy de los que se sabe la hora en la que nacieron, y menos de los que le da importancia a tales cosas. Hoy, mirando en retrospectiva me doy cuenta que de verdad soy una persona muy distinta a lo que era hace exactamente un año. Y ya era hora.
Hace un año me propuse a mi mismo (en uno de esos arranques que uno tiene) cambiar la forma en la que me relacionaba con las personas en miambiente. Y creo que funcionó. Esta es una oda al cambio que experimenté en mis diecinueves, y no, no porque me sienta más feliz o triste o sea más próspero o miserable, sino porque en lo más alejado del juicio de cualquiera, en el aspecto más básico de todo el meollo, cambié. Aquel que me conoce sabe que me he convertido en un cuerpo humano que no siempre es la misma persona y siempre lo es. Obtuve nuevos hábitos, conocí nuevas personas, me alejé de otras, hice nuevas amistades, conseguí nuevos trabajos, me tropecé con gente muy talentosa que está contagiada de ambiciones como las mías. Como en todo, también sufrí, y sigo sin poder quitarme el pesar de ser humano de encima. Pero después de todo lo bueno y lo malo (aunque deteste los términos) está el hecho inamovible de que viví.
Con 20 años a uno le toca aceptar que pronto ser joven significará una cosa distinta, y he aprendido poco a poco a vivir con el sentimiento. Bien explicó siempre Kierkegaard el poder de las minorías (y siento que la juventud tiene minorías con mucho poder). Olvidaba ya que ésto pretende ser una oda también a aquellos que tienen una opinión propia sobre la vida y sus menesteres. Yo sé, that shit ain’t gettin’ us high no more.
Éste año aprendí también que estar muy ocupado nos deja con mucha frecuencia sin la posibilidad de formar corazón sobre las cosas. De asimilarlas a nuestra forma. La mayoría de las personas entran en pánico cuando se espera que cada uno sea un individuo distinto.
He aprendido a sufrir a lo Sísifo con Camus, que ha sido éste año y de forma muy discreta una guía dentro de mis pretenciones. Éste año a pesar de que estuvo lleno de cuentos y novelas cortas, Camus marcó muchos de mis días con el siguiente pasaje (traducido por mi, porque el original es francés):
¿Ha notado usted que la muerte sola despierta nuestros sentimientos? ¿Ha notado la forma en la que amamos a los amigos que nos han dejado? O cómo admiramos a aquellos maestros que ya no hablan, con sus bocas llenas de tierra. Luego de la muerte florece naturalmente de nosotros esa expresión de admiración, esa admiración que esperaban de nosotros tal vez durante todas sus vidas. Pero, ¿sabe usted por qué somos más generosos y justos con los que están muertos? La razón es simple: con ellos no hay obligación. Nos han dejado libre y podemos tomarnos nuestro tiempo, ajustar el testimonio en una fiesta de coctéles y una amable compañera, en nuestro tiempo libre, y con precisión. Si los muertos nos forzaran a hacer cualquier cosa sería recordarlos, y tenemos una memoria demasiado corta.
Sigo odiando las verdades y las mentiras y hoy más que nunca estoy más confundido con el bien y el mal.
Según Camus (ya sé, es una obsesión), un hombre se define a si mismo tanto por sus comedias como por sus impulsos. Éste es uno de esos impulsos.
Et in Arcadia ego.